Friday, March 7, 2008

LAUREN MENDINUETA: SEIS POEMAS


Fue dificil para mi hacer una selección de la poesía de la colombiana Lauren Mendinueta por haber tenido que elegir entre tantos poemas poderosos. Recien descubrí su voz y sus intereses y he estado leyendo sus poemas durante días y noches sin fin. Lee muy bien y de tradiciones unidas por su concentración en el oficio solitario y sin compromiso del monje poeta. Me dió gusto ver el poema dedicado a Thomas Merton, el monje que fue el guia de Ernesto Cardenal en el monasterio de Gethsemane en Kentucky. Además Merton era un poeta político y filosófico, uno de los mejores anunciadores de esos años de profetas, de los sesentas de Bob Dylan y Allen Ginsberg y John Lennon. Hay varios poemas sobre el oficio del poeta, la poesía, la creación y la muerte en la antología Poesia en si misma que reune versos escritos durante 10 anos (1997-2007). En fin decidí presentar seis poemas con mi recomendación sin reserva de buscar este libro y otros de la poeta radicada ahora en Portugal.


RELATO DE VIDA


Antes de estos poemas
la claridad de los astros.
En otro tiempo En otro lugar
la transparencia de la música
dentro de mí.

Me deslicé
entre las piernas de la tierra
y al primer aniversario
le siguieron otros.
La tarde se volvió
una estación pequeña del día.

La memoria me dice que existo
y aunque soy un punto
sobre la tierra
no me encontraré en los mapas.

Soy sana
como un árbol en el cementerio.
Estoy hecha
de la más antigua levadura
y sin dificultad me multiplico.

Mi descendencia tiene las manos desnudas
y anudadas a la tristeza.

Ignoro completamente mi destino
a pesar de llevarlo indeleble
en las líneas de las manos.




EL CLIMA DE LAS CAMPANAS

No distingo un golpe del siguiente o el anterior,
y si escuché una campana en Paris
lo mismo la recuerdo como si fuera en Barranquilla.
¿Qué cosa distingue un aire de otro?
¿Qué sonido volará hasta lo que soy
para dar cuenta de lo que he sido?
Soy la mujer que más he detestado,
incapaz de hacerlo como lo merezco,
me detesto con tibieza.
Hay un repicar de nada contra nada,
un clima de campana en mi oído.





EL ÁRBOL DE ORO

El árbol de oro transforma la apariencia del paisaje.
Lo que nosotros llamamos naturaleza está ahí,
pero la vida del árbol le trajo un relieve,
una claridad que antes no tenía.
Crecen en sus ramas resplandores sin sol,
y sus altas luces obligan a mirar hacia arriba,
hacia la amplitud del cielo,
que él, con la delicadeza de sus hojas, resalta.
Su firme presencia
hace visible el espacio invisible del aire.




REPRESENTACIÓN TEATRAL


Los telones de la realidad
se levantan temblorosos
sobre mi enlutado país.
Un coro de espectadores,
la vida del mundo,
espera el inicio de la representación,
pero no escuchará el parlamento de tanto actor,
ni verá sus bocas enormes
que se abren en un gesto desesperado;
sus ojos vacíos, de invitado importante,
no verán el fondo.
Sólo el recuerdo intemporal conoce los libretos.
Porque lo sabe, la memoria calla lo perdido.
Estoy aquí sobre el escenario y sufro:
nada sé del anónimo silencio
que ignoro otra vez.



VIDA MONACAL

El alma es un cristal y la divinidad su brillo.
Ángelus Silesius

En el claustro de la memoria
los monjes caminan con hábitos ondulantes como el agua,
no puedo verlos pero escucho la vocación de las olas.

La adoración exige templos y deberes,
un canto que narre a quien lo escuche
la gloria que asoma en lo real.

En el silencio del deambulatorio
la paciente maduración de la hoja
que abandona el árbol,
deseosa de entrar sola en el misterio.

Para Thomas Merton


VISITA TURÍSTICA

Estoy en medio de una Acrópolis nunca visitada.
Aquí, señores, en Atenas,
existió cuanto el hombre creyó posible:
La civilización, decrépita hoy, pavoneándose
más espléndida que ninguna antaño.
Me estremece saber que fue diseñada noble,
astuta como Cécrope,
útil para el culto y propicia para el cuerpo
de los graciosos adolescentes griegos.
Todo esto fue antes de que yo caminara entre sus ruinas.
Me sobrecoge lo que en la Acrópolis ya no es,
y me siento aún más pequeña
perdida en mi insuperable condición humana.
Me conmueve la armonía de sus formas,
me intimida la grandeza de sus espacios,
pero lo que más me asusta es el tiempo
que como un niño la derribó a patadas.



c) 2008 Lauren Mendinueta










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